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Violencia Familiar

La violencia familiar nunca debe silenciarse

La violencia familiar nunca debe silenciarse

La violencia familiar, también conocida como violencia intrafamiliar o doméstica, es un fenómeno devastador que ocurre dentro del núcleo más íntimo de la sociedad: la familia. Se manifiesta en actos de abuso físico, psicológico, sexual, patrimonial o económico perpetrados por uno o más miembros contra otros con los que mantienen o han mantenido una relación afectiva, independientemente de que vivan en el mismo domicilio.

En México, lamentablemente, este tipo de violencia no discrimina. Ocurre en todos los niveles sociales, entre personas con diferentes grados de escolaridad y en entornos urbanos o rurales. La gravedad del asunto no solo radica en el acto violento en sí, sino en el silencio que muchas veces lo acompaña.

Tal como lo he observado de cerca, las personas tienen derecho a una vida libre de violencia de cualquier tipo: psicoemocional, física, sexual, económica y patrimonial. Sin embargo, los hechos de violencia siguen ocurriendo incluso entre quienes deberían protegernos. Cónyuges, parejas, padres, hijos, hermanos… nadie está exento de poder ser víctima o agresor.

Muchas de estas agresiones no se denuncian. El miedo, la vergüenza, la dependencia económica o emocional, e incluso la normalización del maltrato dentro del hogar, contribuyen a la perpetuación de este círculo vicioso.

Tipos de violencia familiar que nadie debería normalizar

No todo abuso deja moretones visibles. A veces, el daño más profundo es el que no se ve. La violencia familiar adopta múltiples formas, todas ellas igual de destructivas:

1. Violencia física

Es la forma más evidente y suele dejar huellas en el cuerpo. Incluye desde empujones, bofetadas, golpes, patadas, hasta agresiones más severas con objetos o armas. Pero también gestos aparentemente “menores” como pellizcar, jalar el cabello o impedir que una persona se mueva libremente son formas de violencia física.

2. Violencia psicológica o emocional

Este tipo de violencia es más difícil de detectar, pero igual de dañina. Se manifiesta mediante amenazas, insultos, desprecios, manipulaciones, humillaciones, celos excesivos, aislamiento, o control sobre la vida social y emocional de la víctima. Muchos de los familiares que sufren violencia no lo denuncian porque no identifican este tipo de agresión como delito, ya que no deja marcas físicas.

3. Violencia sexual

Consiste en forzar o coaccionar a una persona a realizar actos sexuales no deseados, o bien, negarse a tener relaciones con el propósito de controlar, castigar o manipular. Esto también es violencia, aunque ocurra dentro del matrimonio o una relación estable.

4. Violencia económica

Se da cuando el agresor controla el dinero, impide que la víctima trabaje, no contribuye a los gastos del hogar, o retiene recursos necesarios para la subsistencia. Ejemplos incluyen no pagar la renta, no proveer alimentos, o controlar todas las decisiones financieras.

5. Violencia patrimonial

Es la destrucción o apropiación indebida de bienes materiales, como romper documentos, rayar autos, esconder títulos de propiedad o destruir objetos de valor afectivo o económico. En mi experiencia, es común que el agresor esconda pasaportes, rompa certificados escolares o dañe bienes para ejercer control.

¿Quién puede ser víctima y quién puede ser agresor?

Realidades incómodas

Es un error pensar que solo las mujeres pueden ser víctimas de violencia familiar o que siempre es el hombre el agresor. Aunque es cierto que en México, es muy frecuente que los hombres agredan a las mujeres, también hay muchas situaciones donde los roles se invierten, o incluso donde ambos miembros de la pareja ejercen violencia.

Existen también casos documentados de violencia de padres hacia hijos, que sobrepasa el límite del llamado “derecho de corrección”, así como casos alarmantes de violencia de hijos adultos hacia padres mayores, una forma de maltrato que suele mantenerse oculta por vergüenza o dependencia emocional.

Además, la violencia no se limita a relaciones actuales. Puede ocurrir incluso entre ex parejas o ex cónyuges, y no siempre requiere la convivencia en el mismo domicilio para existir legalmente como delito.

Por eso, es fundamental entender que la violencia familiar es un problema estructural, que no responde únicamente a estereotipos de género, sino que tiene raíces profundas en las relaciones de poder, la cultura patriarcal, la desigualdad económica y el miedo.

El impacto psicológico y social de la violencia familiar en México

Más allá del golpe físico o el insulto momentáneo, la violencia familiar deja secuelas emocionales que pueden acompañar a las víctimas toda la vida. Las personas que viven bajo agresión constante sufren ansiedad, depresión, trastornos de sueño, aislamiento social y, en casos graves, pueden llegar al suicidio.

La dignidad, integridad y libertad de la víctima se ven vulneradas. Los niños que crecen en ambientes violentos pueden repetir los patrones, normalizar la agresión o desarrollar problemas conductuales severos.

Además, el problema no solo afecta a las víctimas directas. La sociedad paga las consecuencias: servicios médicos saturados, gastos judiciales, pérdida de productividad laboral, aumento del consumo de fármacos y servicios psiquiátricos.

Lo que dice la ley: violencia familiar en el marco legal mexicano

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su artículo 1°, garantiza que todas las personas gozarán de los derechos humanos. El artículo 4° establece que “el hombre y la mujer son iguales ante la ley” y que “la ley protegerá la organización y el desarrollo de la familia”.

Desde ahí, se desprenden múltiples legislaciones que abordan el tema, principalmente:

  • Códigos Penales Estatales
  • Códigos Civiles y Leyes para la Familia
  • Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia

Según los códigos penales, se considera violencia familiar cuando una persona realiza actos de dominio, agresión o control hacia otra con quien mantiene o mantuvo un vínculo afectivo, con el fin de humillarla, controlarla, someterla o dañarla, sin importar si hay lesiones físicas.

También se reconoce que la violencia puede ocurrir fuera del hogar y que no es necesario vivir con el agresor para que se configure el delito.

En el ámbito civil, las leyes establecen que la violencia familiar puede ser causa de divorcio, pérdida de patria potestad o custodia, y motivo para implementar medidas de protección urgentes.

¿Cómo denunciar violencia familiar? Pasos, instituciones y derechos

Denunciar no siempre es fácil, pero es el primer paso para salir del ciclo de abuso. En México, existen múltiples canales y dependencias que brindan apoyo legal, médico, psicológico y hasta refugio temporal.

Principales instituciones que atienden violencia familiar:

  • Ministerio Público (Fiscalía)
  • Fiscalías Especializadas en Violencia Familiar
  • Centros de Atención a la Violencia Intrafamiliar (CAVI)
  • Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES)
  • Centros de Asistencia Social del DIF
  • Comisiones Estatales y Nacional de Derechos Humanos
  • Procuradurías de Protección a Niñas, Niños y Adolescentes

Una víctima o testigo puede presentar una querella directamente en el Ministerio Público (Fiscalía), acudir a una comisaría o llamar al 911. No es necesario presentar pruebas en ese momento: el Estado tiene la obligación de investigar.

Además, existen órdenes de protección inmediatas que pueden solicitarse sin necesidad de juicio previo, para garantizar la integridad de la víctima.

¿Qué hacer si eres testigo o víctima?

Recursos y apoyo disponibles

  1. Cree en tu instinto. Si algo se siente mal, probablemente lo es.
  2. Documenta los hechos. Guarda mensajes, fotos, testimonios, registros médicos.
  3. Busca ayuda psicológica. La atención emocional es clave para salir del círculo de violencia.
  4. Acércate a una institución. No estás sola ni solo. Hay ayuda profesional y gratuita.
  5. Planea tu salida. Si vives con el agresor, pide asesoría para salir de forma segura.

Recuerda: ser testigo también implica responsabilidad. Si sabes de alguien que está siendo maltratado, no mires hacia otro lado. Denunciar puede salvar una vida.

Mitos comunes sobre la violencia familiar que debes dejar de creer

Existen muchas creencias equivocadas que perpetúan el ciclo de violencia. Aquí algunas que debemos erradicar:

  • “Si no hay golpes, no es violencia”. Falso, el daño emocional puede ser incluso más profundo.
  • “Es un asunto privado”. No lo es, es un delito y debe ser tratado como tal.
  • “La víctima exagera”. Minimizar es revictimizar.
  • “Solo ocurre en familias pobres”. La violencia no discrimina nivel socioeconómico ni escolaridad.
  • “La víctima puede irse cuando quiera”. Salir de una relación violenta es un proceso complejo que requiere apoyo.

Educación, prevención y respeto: la clave para romper el ciclo de la violencia

Para terminar con la violencia familiar no basta con castigar al agresor. Se necesita educación preventiva, cambios culturales profundos y un firme compromiso del Estado y la sociedad.

Por eso, muchos estados ya exigen que los futuros cónyuges asistan a talleres prematrimoniales, donde se les informa sobre derechos, violencia, corresponsabilidad y respeto mutuo.

Es esencial que desde la infancia se enseñe a identificar los límites, a respetar, a decir “no” y a reconocer señales de alerta.

Conclusión: Romper el silencio es el primer paso hacia la libertad

La violencia familiar es una realidad dolorosa, pero no inamovible. Con información, apoyo legal, atención psicológica y redes de ayuda, es posible romper el ciclo.

Mi experiencia y conocimiento del tema me han mostrado que cuando una persona alza la voz, no solo se defiende a sí misma, sino que también abre la puerta para que otros hagan lo mismo.

Denunciar es un acto de valentía y amor, no de traición.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos dice:

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos…”

Esa dignidad comienza en casa.